miércoles, 30 de noviembre de 2011

¡SE EJEMPLO!

Siempre me llamo la atención la escritura donde el Apóstol Pablo exhorta a su hijo en la fe, Timoteo a ser ejemplo de los creyentes. “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.” (1 Timoteo 4:12) y en esta ocasión tratare de exponer este tema para nuestra edificación.
¿Te has preguntado alguna vez cual es la necesidad de dar ejemplo? Para dar contestación a esta pregunta deberíamos saber lo que significa ser un ejemplo positivo? Es un modelo a seguir y por ende es una influencia positiva hacia los demás. Nuestros hijos, hijas, la congregación, y estudiantes, tienden a imitar a sus líderes, padres, guardianes, y maestros; por lo tanto necesitamos llevar una vida de calidad orientada en la dirección correcta, con objetivos bíblicos. Alguien dijo una vez: “¡Tus actos hablan mucho más fuerte que tus palabras!” Pongámoslo de esta otra manera. Si nuestras vidas no son lo que debieran, los demás no sólo no querrán seguirnos, sino que repelarán lo que somos”. Cuando la vida de un cristiano es contraria a lo que él o ella dice, indica que no somos reales y que lo que creemos y sostenemos no es verdad. Los creyentes debemos ser un retrato de la realidad, una prueba de que Jesucristo salva y cambia las vidas, de manera de llegar a ser un poderoso imán que capta a otros para Cristo.
Pablo exclamo en una ocasión “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1ª Corintios 11:1). ¡Qué gran responsabilidad! Lo grandioso de este verso es que la clave del liderazgo y de la madurez espiritual no es cuán grandiosos somos; sino cómo y cuánto estamos siguiendo a Jesucristo, nuestro ejemplo supremo.
En Hebreos13:7 dice: “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe” Este versículo nos enseña que muchos te reconocerán como líder e imitaran tu fe y conducta siempre que tu vida este en acorde con lo que predicas. Cuando un líder centra su vida en la Palabra de Dios y camina por fe, otros seguirán su ejemplo de fe y confianza en Dios.
Naturalmente, el Señor Jesús es nuestro ejemplo supremo, nuestra meta y nuestra autoridad; pero las Escrituras autorizan la legitimidad de seguir a la gente de Dios como ejemplos. Necesitamos esta gente de Dios. Tales personas demuestran la posibilidad y la realidad de seguir al Señor y de progresar en el crecimiento hacia la semejanza de Cristo. Nos proveen de incentivos divinos. Es muy motivador encontrar hombres y mujeres que han verdaderamente crecido en su caminar a través del poder del Espíritu de Dios.

Concluyo diciéndote que comiences hoy, hay mucho camino por recorrer. Permite que sea una de tus prioridades vivir aquello que predicas, veras como serás de bendición a muchos y tu familia vera en ti un ejemplo a seguir, recuerda tus hijos y tu esposo no ven al Señor que predicas, ellos te ven a ti.

MUJER ¡ EN DIOS ERES VALIOSA!

Cuantas veces has escuchado palabras racistas en contra de la mujer, palabras hirientes, actitudes que te hacen sentir inferior, sin importancia, en algunas ocasiones hasta maltratos físicos o emocionales, critica, burlas, algunos por machismo, costumbres, ya sea en tu hogar, trabajo, escuela, o áreas que te desenvuelves con cargos importantes o tal vez solo eres una ama de casa y recibes maltrato, quizás, estoy hablando al corazón de una mujer lastimada, herida, atacada o criticada por querer salir adelante, tal vez te sientes cansada o en ocasiones hasta has sentido que estas luchando sola, pues déjame decirte que la mujer, en Dios tiene un gran valor, tal como lo muestra en algunas partes de su palabra, comenzando por elegir a la mujer como ayuda idónea del hombre, le dió a la mujer el regalo de procrear vida, Él mismo nació de una mujer (Lucas 1), otro ejemplo fue en su resurrección, fue descubierto por su madre y otras mujeres, éstas mismas fueron portadoras de las Buenas Nuevas(Marcos 16), hizo milagros en mujeres como lo cuenta en la mujer del flujo, que con solo tocar su manto fue sana (Mateo 9), defendió a la mujer adúltera y la perdono(Juan 8), puso como representantes a mujeres valientes y fieles, como Débora y Esther, sin quitar la importancia de las madres de todos esos hombres importantes, como Ana la madre de Samuel, Miriam la madre de Moisés, o las inseparables Ruth y Nohemí, por mencionar algunas, todas tuvieron su importancia y colaboración en distintas formas, algunas por su valentía, otras por su amor y fidelidad, pero en cada una de ellas Él vio algo importante, ¿Porque no habrías de serlo tú?, Si Él es el mismo de ayer, Dios no cambia de parecer, Él ha demostrado que sigue siendo el Dios de aquellos tiempos, ama por igual a hombres y mujeres.
“Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”.
Gálatas 3:28 (Reina-Valera 1960)
Deja de lado eso que te ha lastimado, no creas que no puedes, tu puedes ser una de esas mujeres, tienes algo especial que Él ha visto en ti, ¡Por algo naciste mujer!, cumple con tus propósitos sin miedo, levántate y sécate esas lágrimas, sé una mujer fuerte, acércate a Él que es un caballero, te escuchará, te dará la fuerza, será tu hombro para llorar y será tu consuelo, quitará tu tristeza, sanará tus heridas y saldrá a defenderte como un Rey a su princesa, porque mujer,

¡En Dios eres valiosa!

CONFIA TUS PROBLEMAS Y TEMORES A DIOS

La vida cristiana tiene sus momentos de agitación producidos por falta de dominio propio o por la influencia negativa de interferencias; también las enfermedades, la falta de dinero, y frecuentemente, la falta de buenos consejos en los momentos más difíciles, fomentan el nerviosismo y la inquietud, muchas veces estos problemas llegan al extremo de afectar nuestra salud.
Dios es un poderoso consuelo y una ayuda efectiva en las tormentas de nuestro vivir y debemos siempre afirmamos por la fe y dar a Dios la gloria en tiempos graves. Desde luego, la Biblia también habla del consuelo de la palabra de Dios y los consejos sabios de los hermanos, todo constituye una enorme ayuda. Si la vida nos parece obscura por tantos problemas, debemos pensar que más grande que nuestras dificultades, la solución es Dios, y en él podemos confiar absolutamente en todo, pues él cuida de nosotros.
Los malos amigos pueden ocasionamos un gran daño, pues sus consejos quizás no se fundamentan en la realidad de nuestros sufrimientos. Por eso dije “los consejos sabios de los hermanos”. Job fue un personaje que tuvo que ir a través de toda suerte de problemas. Su arma poderosa era su fe en Dios que era inconmovible. Dios justificó, al fin, a Job y no a sus amigos que no vieron el origen de las dificultades de ese hombre de Dios.
Muchos problemas son causados por nosotros mismos. El temor por un futuro incierto nos lleva al miedo-Pedro no estuvo convencido del plan de su Señor; el miedo por problemas que, para él ni existían, le hizo actuar  de manera tonta e inadecuada. David se buscó muchos problemas que pudo haber evitado.  Jonas batalló contra algo que no pudo cambiar. La confianza en el Señor hubiera quitado sus problemas antes que aparecieran en sus vidas.
El Hijo de Dios tiene un enorme beneficio, pues puede encomendar todos sus problemas, temores e inquietudes sobre su Creador. La ayuda y providencia divina no son limitadas, el mismo hombre limita sus posibilidades. Dios siempre es un ayudador, sea en mucho o con poco. Desde luego, el cristiano, tiene que obrar con iniciativa propia para resolver sus problemas, pero hay momentos en que Dios puede cambiar todo para nuestro bien. Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman. He aquí una clara enseñanza del apóstol Pablo a los cristianos romanos.
El simple hecho de que somos seguidores de Cristo no quita las dificultades. Nuestra vida estará siempre rodeada de cosas difíciles. Dios nos da la salida, debemos aprender a mostrar quietud por la fe y la confianza en el Todopoderoso. El sabe todas las cosas y desea ayudar al que cree que es apto para toda ayuda.
Tanto Pedro como Pablo pensaban que podríamos poner todo lo que nos aflige sobre Dios que tiene cuidado de nosotros. Jesús mismo nos enseña que pongamos toda nuestra confianza en Dios. En todo momento el cristiano puede ir delante del trono de la gracia
de Jesucristo para la ayuda oportuna. El salmista David era un hombre poderoso, sin embargo, siempre confió en Dios para que le resolviera sus problemas y para que le ayudara en todo momento.
No debemos tener temor y decir que Dios no ayuda. Debemos confiar en él y estar dispuestos a dejamos guiar por Dios. Sus caminos no son necesariamente nuestros caminos, pero él encuentra una solución. No a medias, sino con una ayuda verdadera. No debemos tampoco dudar sino más bien creer que lo que pedimos a Dios “ya lo hemos recibido” y así será. Nuestras dudas producen más daño que bien. Es preciso reconocer que Dios sabe todo y desea que estemos sin dificultades en nuestra vida.
Ciertamente, el hombre ha de hacer su parte y Dios hace lo que nosotros no podemos hacer, en vez de miedo, ten confianza; en lugar de sentirte nervioso, vístete de paz, y cree que el Padre celestial cuida de tí y de mi siempre, deposita todas tus angustias sobre él.
Dios trata a su gente como un Padre. La idea de que Dios es, para el cristiano, un Padre, debería inculcamos confianza. No puedo recordar de  que mi Padre carnal me haya dado promesas que luego no haya cumplido, siempre ha hecho lo que con su boca ha dicho a todos sus hijos e hijas. Dios ama la verdad, Dios ama a sus seguidores, Dios desea damos estabilidad y satisfacción en un sentido sano. Dios, el Padre de los cristianos, tiene sumo interés en que todo marche bien en nuestra vida. Si no confiamos en él aun y cuando somos participes de las múltiples maravillas realizadas, entonces como podemos considerar aspectos importantes tales como la resurrección de los muertos y la vida eterna con Dios, en un mundo en el cual reinará la justicia.
Dios está en medio de todos, especialmente en los creyentes fíeles. Dios conoce nuestra vida a perfección. Ante él todos estamos desnudos y descubiertos. Sabiendo que las cosas son asi, deberíamos armarnos de confianza, fe, y amor hacia él y su Palabra, estando seguros de que Dios siempre encontrará un camino que nos lleve fuera de nuestros problemas y temores. En verdad, con él y en él, caminamos de victoria en victoria.
“Y sabemos que a los que aman a Dios. todas ¡as cosas íes ayudan a bien, esto es, a tos que conforme a su propósito son Humados ” (Roma¬nos 8.28). Dios lleva nuestra vida de triunfo en triunfo. La Escritura es para el discípulo de Jesús, guia, instrucción y luz para el camino. Nuestra confian¬za en la ayuda y providencia del Señor nos llevará al éxito

MUJER CRISTIANA

¡Oh! Mujer cristiana cuan hermosas recompensas te esperan en la gloria. Eres un lirio del alba donde el rocío de la gracia divina brilla como cristalinas diademas y eres la tenue brisa que refresca el mustio camino de este mundo.
Dice Dios: (Pr. 18:22) “El que halla esposa halla el bien, y alcanza la benevolencia de Jehová”. Desde el principio de la creación el Señor estableció esta verdad: “Gn. 2:18) “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”.
Pero eres mucho más que una compañera idónea, (Pr.14:1) eres la que con tus manos edificas la casa, mientras que la necia con las suyas la derriba. El perfume embriagante de tu presencia, llena de gracia y frescura el hogar.
Ese lugar que puede estar adornado con los más exquisitos adornos que el dinero permite comprar, si no estás tú, pasa a ser un frío y lúgubre mausoleo donde todo palidece. Y ese modesto hogar donde el Soberano Dios te puso a ti, aún lo más simple brilla con inusitada gracia y esplendor.
Dichoso el hombre que después de una agotadora jornada pueda llegar a su hogar, y encontrar a su esposa afanada en agradar a su amado y transformar ese lugar en un manantial, donde ella se mueve como entre alelíes y las abejas revolotean con un beso de miel. Eres el sol, la luz y el viento que vuelan por ese lírico paisaje de amor.
Pero eres mucho más, eres la sabia administradora que puede multiplicar con gracia y sabiduría el escaso presupuesto que dispones, en delicados manjares que llenan de satisfacción a aquellos que con amor deseas agradar.
Eres la madre, y en esta condición tan especial, me hundo en un mar profundo sin poder tocar fondo para encontrar palabras y describir la grandeza de tu amor, lleno de un perfume enervante de tu núbil candor.
Con cuanta dedicación y desvelos cuidas a los retoños que Dios te da. Creo que no existe otra labor más fatigante y abrumadora, que esa que el Creador te encomendó, de guiar a los tuyos como un faro en medio del tortuoso mar.
No deja de maravillarme el hecho que cuando rendida y extenuada caes en un sueño profundo, que ni el rugir de los poderosos motores de un avión te pueden sacar, pero basta un simple quejido de tu niño para levantarte de un brinco y correr a su lado para derramar en libación tu amor.
Te admiro mujer, por tu fortaleza y dedicación. Cuanta paciencia y consagración te ha otorgado el Creador, que sabes sostener la arquitectura del silencio y del olvido en los agrestes caminos de la ruta estival.
El mundo es un mercado donde los hombres compran honores, voluntades y conciencias. Pero tú, mujer cristiana, eres como un manantial de aguas cristalinas y espumeantes sobre los pedregales, que se van suavizando en sus aristas con tu gracia tan especial.
Pero sabe que este mundo un día estará en mies en un granero celestial. Y allí, cuando los ángeles recojan los frutos de la cruz y el Señor nos traslade a Su gloria divinal.
Entonces muchos grandes predicadores se apresurarán a buscar las mejores coronas que el Rey de reyes repartirá. Pero seguramente escucharán avergonzados por su falta de humildad: “No, ésta la más especial, es para la mujer que supo ser esposa, madre y arquitecta de su propio hogar.
Sí, mujer cristiana, tú que has llevado tu cruz en silencio y sin publicidad, te está aguardada una corona muy especial.
Ya viene el día, porque el Señor así lo prometió, que todas las cosas habrán de salir a la luz. Y tu abnegación, consagración y santidad, no serán olvidadas por el Creador.
Tú que has sido bendecido con la compañía de una esposa, regocíjate con ella en tu vejez, (Pr. 5:19) “como cierva amada y graciosa gacela.Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre”. Porque esto es lo que agrada al Señor en verdad y eternamente.

LA MUJER Y SU ESPACIO

Desde niñas vamos siendo formadas para postergarnos a nosotras mismas y proteger o sostener a los demás. El principio de amar y servir es maravilloso porque Dios mismo es lo que nos pide hacer y no solo a las mujeres sino a los hombres también, pero no sé porque razón este principio tan noble, para el hombre según la sociedad en que vivimos es una opción pero sin embargo para nosotras las mujeres es una obligación. Las dos palabras comienzan con “o” y terminan con “n” pero son tan diferentes una de la otra en concepto y realidad.
Yo misma soy producto de esta formación y conociendo y amando a Dios acepto en mi corazón que como mujer y como cristiana es lo que debe de ser mi testimonio de vida pero también a medida que conocía y experimentaba el amor del Señor descubría que para Él hombres y mujeres son iguales y que de los dos espera el mismo testimonio de vida. Después de plantear esta realidad me gustaría enfocar un punto muy importante para nosotras como mujeres y es que si bien tenemos muchas obligaciones tenemos una no menos importante: buscar tiempo para estar a solas con nuestro Dios y también con nosotras mismas.
Cada amanecer nos levantamos (en muchos casos nos “lanza-mos” de la cama ¡como bólidos!) para vivir un día sin estrenar, nos colocamos nuestra vestidura de madres, empleadas del hogar, choferes a toda maquina, esposas que cooperan con la economía del hogar, etc. y en medio de tantos papeles que nos toca vivir, y todos casi al mismo tiempo. ¿Dónde hemos dejado el tiempo para estar con nuestro Padre Celestial?
Dónde queda aquella joven ilusionada con metas y aspiraciones propias?, y esa vida interior propia, aparte de ser esposas y madres es la que no debemos dejar morir y nadie más que a nosotras mismas nos compete oxigenarla, desempolvarla y volver a la vida!
Creo firmemente que cada una de nosotras tenemos un talento, una ilusión propia que Dios siembra en nuestro interior y que cuando no desarrollamos esta aspiración vamos muriendo poco a poco cada día y es a detener este funeral que yo la estoy invitando hoy.
Todo ser humano en la faz de la tierra tiene deberes y tiene derechos, y por la gracia de Dios nosotras también estamos incluídas! Y uno de esos derechos es a tener nuestro propio espacio para orar, descansar, leer, escribir, crear, soñar y tener hasta nuestro propio proyecto de vida aparte de nuestro proyecto de familia sin que este choque o afecte nuestros deberes de esposas y madres. Todo lo contrario, cuando aprendemos a vernos por dentro y descubrimos la riqueza interior que Dios ha puesto en nosotras descubriremos el talento o la gracia interior que Él ha depositado en nosotras.
Estoy convencida de que si un ser humano, en este caso, la mujer, no descubre, alimenta y desarrolla una vida interior propia no podrá ser plenamente feliz porque ese interior agonizante, ese talento sin desarrollar, ese espacio clausurado poco apoco la minaran y ese tóxico que genera la amargura contaminara su acción de amar, servir y de dar.
Hoy Hada Maria Morales le ha permitido vivir y disfrutar a Hada Maria Ramirez Talavera, la joven a quien le gustaba escribir desde niña, dando lugar a una escritora observativa y más madura conservando la sencillez de aquel joven corazón. Esta gracia que el Señor le regaló de poder expresarse a través de la palabra escrita ha revitalizado su vida de madre, su papel de esposa, hermana, amiga y de hija de Dios.
Mujer solo has un alto en tu agitado vivir, invítate a ti misma a un “té espiritual”contigo misma y poco a poco verás los lindos resultados por apartar un espacio para buscar el rostro de tu Creador, los anhelos de tu corazón y la realización de metas que te permitan vivir plenamente sin alterar el proyecto familiar. Claro que se puede! Cierro este espacio con un pensa-miento que una amiga me dio escrito en un papelito y que me ha ayudado tanto para buscar esa vida interior en mi. ”No permitas que nadie te quite el canto de tus labios. Pablo el Apóstol demostró que si tienes un canto, tu canto puede propiciar tu salida de la cárcel”
Piensalo!

ANA, DE LA ESTERILIDA A LA FECUNDIDAD

El camino de Ramá al templo de Silo era largo y seco. Todos los años, Ana hacía el viaje de dos días para adorar y ofrecer sacrificios al Señor. Viajaba con su familia, incluyendo a su esposo Elcana, además de la otra esposa de éste, Penina, y con los hijos de ésta. Pero, desdichadamente, Ana era estéril.
Cada año, Elcana pagaba por los sacrificios que había que ofrecer como expiación por los pecados de la familia, y también hacía ofrendas de agradecimiento por la provisión de Dios y sus bendiciones. Sus acciones indican que era un hombre justo interesado por honrar al Señor. Sin embargo, la Biblia nos dice que la familia de Elcana estaba profundamente preocupada.
La esterilidad de Ana no era solo motivo de dolor para ella, sino que también amenazaba la continuidad de su linaje. Los hijos eran vistos como bendición de Dios, como prueba de su favor, y como los futuros proveedores de la familia. Los varones, en particular, perpetuaban el nombre de su padre y acrecentaban su riqueza.
Fue, tal vez, por la esterilidad de Ana, que Elcana había tomado una segunda esposa, Penina. Ésta le dio muchos hijos e hijas, pero en vez de que esto le diera un motivo para ser amable o generosa, sus logros como esposa sacaron a la luz lo peor de su carácter. Penina “la irritaba [a Ana], porque Jehová no le había concedido tener hijos. Así hacía cada año, cuando subía a la casa de Jehová” (1 S 1.6, 7). Para Ana, el tiempo dedicado para adorar al Señor significaba también expresar una dolorosa humillación, y un recordatorio público de que el Dios que ella amaba no había respondido sus oraciones. En vez de eso, Él había decidido bendecir a su rival, una mujer cruel y malintencionada.
Ana tenía varias opciones para aliviar su dolorosa situación. Pudo haber señalado a Penina, culpando a esta maliciosa mujer de todo su dolor y aflicción. Pudo haber insistido en que Elcana enviara lejos a esta otra esposa, o haberle pedido que engendrara un hijo con una criada suya para que ella lo criara como suyo. Pero las acciones de Ana nos dicen que ella no quería cualquier respuesta: quería la respuesta de Dios.
Después de llegar a Silo para adorar, Ana salió sin ser vista por su familia, para orar. Oró para sí misma, y por sí misma, lo cual era algo inusual. Los sacerdotes, en ese tiempo, hacían sacrificios por las familias y oraban por ellas. El hecho de que Ana le suplicara al Todopoderoso por su propia cuenta, no era el procedimiento habitual.
Rompió con la tradición por su desesperación, no por rebeldía, ya que el dolor que le producía sus oraciones sin respuesta la había llevado a buscar la ayuda divina de manera diferente.
Mientras Ana oraba, su boca se movía con palabras indecibles de sufrimiento. Le rogó a Dios que le diera no solo un hijo, sino que también fuera varón, y prometió ofrecerlo como siervo del Señor para siempre. Los primogénitos en Israel eran siempre considerados propiedad de Dios, pero Él ya había provisto una manera de “redimir” simbólicamente a cada hijo. Sin embargo, Ana le prometió que no redimiría al niño, sino que éste viviría en el templo y le serviría al Señor durante todos los días de su vida. Poco después de regresar a casa, Ana concibió un hijo, a Samuel, quien llegó a ser el último y quizás el más grande juez de Israel. Cuando la nación de Israel experimentó el cambio de gobierno a la monarquía, fue Samuel a quien Dios llamó para ungir a Saúl, y después a David, como reyes.
Al igual que Ana, nosotros también podemos sentir aflicción por las oraciones sin respuesta; a veces tememos que podamos incluso, perder la fe en el Dios que nos ama. Pero puede también llevarnos a hacer peticiones atrevidas, ruegos que pueden ser justamente lo que el Señor desea para nosotros, y de parte de nosotros.
Si estamos alerta y somos pacientes, Él puede llevarnos a un punto donde lo que se requiere de nosotros es que hagamos valientemente una nueva petición.
Ana buscó la voluntad del Señor, no solo un escape temporal de su dolor. Estuvo dispuesta a romper con la costumbre y la tradición, para derramar su corazón al Señor y pedirle osadamente que interviniera. Las acciones de Ana revelan que entendía que
Dios tenía el control, y que solo Él podía cambiar su situación y aliviar su dolor. A veces, nuestras peticiones pueden quedar sin respuesta por razones que no podemos entender. Es posible que hayamos sido elegidos para que Él pueda revelarse a nosotros de una manera nueva. La oración no respondida no significa que ha sido rechazada o ignorada. Puede indicar, más bien, que el Señor está obrando en una escala mucho más grande que la que podemos imaginar, porque Él ciertamente “es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos” (Ef 3.20)

viernes, 18 de noviembre de 2011

EL RESPETO QUE MERECE LA MUJER


Existe mucho énfasis en la diferencia de sexos en nuestra sociedad, lo cual tiende a destruir el respeto que le pertenece a la mujer. Por otro lado las Escrituras ponen a la mujer en alta estima. Tanto la mujer como el hombre son importantes para establecer la “imagen de Dios” en la humanidad. “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gen. 1.27).

Y aunque la mujer está subordinada al hombre en ciertas actividades de la iglesia, tiene el mismo acceso a la gracia de Dios. “Y ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gal. 3.28). Los esposos, aunque son la cabeza de sus hogares, han de dar honor a la mujer, “como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida” (1 Pedro 3.7).

Si esta enseñanza fuera comprendida en general, la mujer no perdería el respeto que le corresponde. Si fuera tomada en serio por los varones, ella no sería maltratada ni explotada en nuestra sociedad.

La común falta de respeto por la mujer
En varios segmentos de nuestra sociedad es común denigrar a la mujer, ya sea en manera directa o en manera sutil. En nuestra cultura, que está obsesionada con el sexo, las mujeres son tomadas como objetos sexuales. En muchos clubs se presenta desnuda a la mujer, y en el cine se exhiben películas de violencia contra ella (por ejemplo en la violación).
Estas situaciones han llevado a establecer una imagen estereotipada de la mujer. Se considera que la mujer es un cuerpo físico que carece de cerebro. Es presa del hombre. Es el “bocado favorito” para satisfacer la lujuria animal del varón.

Hay pensadores que han estudiado el lenguaje que se usa en referencia a la mujer, el cual usualmente consiste en términos denigrantes. En lugar de usar términos neutros tales como: mujer, dama, señorita, señora, aquellos que no son cristianos emplean apelativos que hacen referencia a ciertas partes anatómicas sugestivas.
Mujeres, no se dejen explotar. Ustedes estimulan a los hombres que las traten así cuando se visten con ropa muy sugestiva —usan maquillaje provocativo, o permiten que ellos les digan    cosas    que    estimulan la sensualidad. Sean conscientes y muestren indignación ante individuos que buscan como avergonzarlas.

Humillaciones de la mujer que trabaja
Las mujeres que trabajan son especialmente vulnerables. Las secretarias, las maestras y obreras no solamente tienen que conformarse con lo poco que ganan sino que también tienen que sujetarse al hostigamiento sexual. Puede ser sutil como una insinuación o directa como un pellizco. En una revista internacional salió un artículo en cuanto a este fenómeno. Habla de cierta mecanógrafa cuyo jefe le ofreció un aumento de sueldo si ella se acostaba con él, y de una universitaria principiante a la cual un maestro trató de besar cuando ella fue a verle en su oficina. En ambos casos, estas damas se quejaron ante las autoridades.

Devaluación del papel de esposa y madre
No es malo que una mujer posponga el matrimonio para terminar su carrera o que utilice sus conocimientos una vez que ya esté casada —siempre y cuando el esposo esté de acuerdo y ella no ponga su empleo por encima de su familia. Lidia era una mujer próspera en los negocios en el primer siglo (Hch. 16.11-15). Priscila indudable-mente trabajaba con su marido en el oficio que tenía (Hch. 18.2,3). En Proverbios 31.34 se alaba a la mujer laboriosa.

Con todo la norma bíblica todavía consiste en que la mujer se case, tenga hijos y que sea “mujer de su casa”. Para toda mujer que se casa, la palabra de Dios exige que ella se sujete al marido, como al Señor (Efe. 5.22) y que las necesidades de su familia sean lo primero que atienda. Las mujeres cristianas de más edad “que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de sus casas, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada” (Tito 2.4-5).

En los años recientes, nuestra sociedad está obligando más y más a que las mujeres abandonen sus hogares y se dediquen a trabajar. Un buen número de estas mujeres se ven obligadas a buscar trabajo por diversas razones. Muchas de ellas trabajan porque quieren ser reconocidas en la sociedad como personas competentes, inteligentes y productivas. Las han convencido de que la única manera en que pueden ser respetadas es por dedicarse a un trabajo y competir con el hombre.

Existe una labor que sólo la mujer puede hacer, la cual es imposible para el hombre. Ella puede ser madre. Y por “madre” no se está hablando sólo de dar a luz un hijo. Significa la atención especial y el cariño que se da a un bebé como el que Ana quería tener, y enseñarle la Biblia como Eunice lo hizo, o tomar el dolor del hijo como María lo hizo al pie de la cruz. En el cielo están reservados los premios más hermosos para las madres piadosas.

Ni en la iglesia ni en el hogar honramos a nuestras mujeres como debiéramos. La Biblia antes bien dice: “La mujer que teme a Jehová, esa será alabada” (Proverbios 31.30). Y usted y yo somos los llamados a darle ese honor.